domingo, 21 de agosto de 2011

Felicitat


La claror de la lluna entrava fins els peus del llit barrejada amb claror de l’arc voltaic del carrer i de tant en tant una glopada d’aire fresc, plena de perfum de nit, li arribava al rostre: prenia la carícia delitosament i en comparava la frescor amb la frescor del vent d’altres primaveres. Vindran les flors, pensava, i els dies blaus amb llargs crepuscles rosa, les onades tèbies de sol i els vestits clars; passaran trens curulls de gent amb els ulls brillants de la il·lusió de les grans vacances. Vindrà tot allò que duu el bon temps i que la tardor s’emporta amb una ventada forta i tres ruixats violents. […]

Si aquell noi pogués saber com l’estimava? Per tot. Perquè era tan bo, perquè sabia abraçar-la tendrament com si tingués por de trencar-la, amb més amor en el cor que en els ulls, i això que que ella sabia si n'hi havia d'amor en els seus ulls. Perquè només vivia per ella […]

Podria deixar tanta tendresa? La miraria tristíssim: tants mots, tants carrers de París, tants acabaments de tarda, quan l’amor tot just el somiaven… No comptava, ara. Mirava el mapa. Davant de cada edifici important  ell li havia dit: “T’estimo”. Li havia dit “t’estimo”, quan travessaven un carrer, asseguts a la terrassa d’un cafè, sota cada arbre de les Tulleries. Escrivia “t’estimo” en un bocí de paper i d’amagat l’hi posava a la mà, fet una boleta, quan ella menys hi pensava. Escrivia “t’estimo” sobre un trosset de fusta que arrencava a la capsa de llumins, en un vidre entelat de l’autobús. Li deia “t’estimo”, així, amb una gran joia, com si no esperés res més, com si la felicitat fos només poder dir “t’estimo”. […]
Ella li diria, encara en el replà del primer pis: “Si ja no ens estimem, per què vols que em quedi?”. Ho diria en plural, no perquè fos la veritat, sinó per fer irrevocable la seva decisió als ulls d’ell i obligar.-lo a creure que no hi havia remei. Al carrer trobaria la pluja. No la pluja dels enamorats, sinó la dels qui la vida fa tristos a cops d’amarguesa, la que duu fang i fred, la pluja bruta que fa rondinar els pobres perquè els vestits i les sabates es fan malbé i fa estar malalts els nens que es mullen els peus quan van a l’escola. Pujaria al tren sense esma. Un tren amb els vidres bruts, amb milers de gotes acarrerades en regalims. Després seguiria el soroll de les rodes i el xiulet estrident. Fi.  […]

I aquella noia plena d’ira, que volia agafar un tren, que volia fugir i baixar les escales d’amagat i precipitadament, es fonia.  Se l’enduia com a les bruixes el fum. Sortia per una xemeneia imaginària, el vent la prenia i la desfeia fins a no deixar-ne res. Arraulida hi havia una noia sense espines, sense exabruptes , una noia que es quedava, ignorant que tiránicament l’empresonaven quatre parets i un sostre de tendresa.







"Tots els contes: Felicitat", Mercè Rodoreda. 

jueves, 10 de marzo de 2011

Enamoramiento psicológico

           Y después  de muchas vueltas concluyo que lo mejor es enamorarse de nadie. Es probable que esté loca, o que ésta obsesión esté corroyendo el poco raciocinio que me queda. Pero realmente sucede, y me enamoro yo sola, de nada y de nadie. Yo lo llamo “enamoramiento psicológico”, cual embarazada, experimento los síntomas del amor, sin proyectarlo a ningún ser en particular. Una más de las tantas anomalías emocionales que me diagnostico de vez en cuando.
Lo curioso es que me siento agradablemente incómoda, con nervios que me rugen en el estómago e incluso he detectado que seco mis manos húmedas sobre los muslos. Y espero. Cojo bocados de aire, como si pretendiera comerme el tiempo hasta reunirme con un amor que es en realidad un hueco en mi cabeza. Entonces hago un repaso por mi mente en busca de alguien, de algún amor del que no me hubiera percatado. Nada. Las paredes de mi cerebro son negras y escurridizas “Aquí no hay nadie” me cercioro. Sólo algunas sombras que veo pasar,  y por las cuales suspiro de vez en cuando. Son las sombras de aquellos de los que me enamoro, sin conocerlos. A penas los he visto una vez, no sé ni sus nombres, y ellos por supuesto no saben que existo. Los acecho desde mi diminuta soledad, al otro lado de la nada, esperando a que me vean por casualidad.
Lo más seguro es que tengan pareja, y que estén muy enamorados de otras y vivan la vida de las demás plenamente. Pero me da igual. Yo me invento una vida a su lado. Me imagino que me esperan en el portal con las manos en los bolsillos y que sonríen de satisfacción al verme bajar las escaleras; que me llevan a algún rincón de la ciudad que no conozco y me hablan de sus vidas y sus penas; que me invitan a un helado y paseamos por las calles sin miedo a perdernos entre luces y carcajadas. Me imagino bañándonos en la playa, hasta que el sol se derrite sobre el horizonte, y contemplamos el apoteósico final del día empapados. Me imagino que me llaman por las noches para reclamar mi voz como somnífero, y que me declaran que sólo viven para y por mi sonrisa, mientras yo, en mi vida real, me deshago como un terrón de azúcar.

El anciano

EL ANCIANO:

Quité su sombrero, levanté su rostro y la besé. Fue entonces cuando me di cuenta de lo mojada que estaba. Tenía que haber estado muchas horas caminando por las calles bajo la lluvia. […]
Su canción hizo que creciera en mí la idea de que por algo especial y sobrenatural me había sido enviada aquella compañía.  Llené de nuevo su vaso, rodeé con mi mano su cuello blanco y rocé sus bucles húmedos. “¿Cómo te has mojado tanto, Nathalie?”, dije como si fuera yo su abuela. “Debes de quitarte la ropa y calentarte”. Cuando dije éstas últimas palabras mi voz cambió. De nuevo comencé a reír. Ella fijó en mí sus ojos brillante como estrellas.
Comenzó a desabotonarse la capa, dejándola caer al suelo. […] Comencé a desvestirla como hubiera desvestido a una muñeca, muy despacio y torpemente. […] Cuando contemplé el busto de la joven me pareció ver ante mí la obra mejor acabada de cuantas mis ojos habían tenido el privilegio de conocer.[…] Su busto brillaba con la luz, suavizado delicadamente, como de mármol. Una línea recta subía desde los tobillos hasta el cuello como el tronco derecho, lleno de vida y de savia, de un árbol joven. […]
Una hora o dos más tarde me desperté con la sensación de que algo no iba bien, que algo corría peligro. […] era desconfianza en el futuro, como si oyera esta reflexión: “Tengo que pagar esto. Pero, ¿con qué voy a pagar?”. Me pareció que lo que más me preocupaba era el temor de que marchara. […]
Se envolvió en su disfraz negro y se dispuso a alejarse de mi presencia. Se puso su sombrero y la vi ante mí, inmóvil, de la misma manera que cuando se me acercó por primera vez en la Avenida bajo la lluvia. Dio unos pasos hacia el sillón donde yo estaba sentado y me habló con serenidad:
-          ¿Me darías veinte francos?
[…]

Fue éste el primer momento, creo, desde que me encontré con ella unas horas antes, en que la vi como un ser humano, no como un regalo para mí. Pero era ya era demasiado tarde. […] Yo fui el que pregunté: “¿Qué tengo que pagar por esto?”, y la diosa contestó: “Veinte francos”. Con ella no se puede regatear.


Karen Blixen, Siete cuentos góticos: El anciano.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Esperando

Estoy dispuesta a todo. A darte lo poco que me queda.
A que me arroyes. Seas quién seas.

martes, 8 de marzo de 2011

Vanidad (I)

Ella sabe cuánto vale, sin embargo se lo han dicho pocas veces

Aloma (I)

" Sense ganes de plorar es va sentir els ulls xops de llàgrimes. Estava arrualida en el seient. Ja no el veuria mai més i era l’home amb qui hauria hagut de viure tota la vida. Al seu voltant hi havia gent, les flors. Passaven noies. La ciutat bategava plena de vida. Li va sembla que mai més no tindria força per somriure. La seva desesperació creixia amb la soledat. Si no hagués estat per aquell mirallet que tenia al davant s’hauria agenollat en el seient i hauria mirat enrere. No hauria vist res, però al fons, lluny, hi devia haver els pals, les antenes…. Hauria cridat que tornés, li hauria explicat ben bé com era: ni tan indiferent ni tan dolenta. Una criatura. Li hauria demanat que la perdonés, que no recordés res que pogués fer-li mal. Li hauria dit que potser amb els anys seria una dona com les altres; prou abnegada per fer-lo feliç , més serena. Que potser el naixement del fill la canviaria….On trobaria una mica de tendresa, uns braços que l’emparessin? Es va mirar les mans: eren les mans d’una persona morta. Ella no estimaria mai més ningú.  Detestava l’amor. Hauria volgut morir-se, no haver nascut. << Potser em moriré, i el petit amb mi. Millor. Si pogués dormir sempre..>> "



Mercé Rodoreda, Aloma

lunes, 7 de marzo de 2011

Por el camino de Swann (I)

El año antes había oído en una reunión una obra para piano y violín. Primeramente sólo saboreó la calidad material de los sonidos segregados por los instrumentos. Le gustó ya mucho ver cómo de pronto, por bajo la línea del violín, delgada, resistente, densa y directriz, se elevaba, como un líquido tumulto, la masa de la parte del piano, multiforme, indivisa, plana y entrecortada, igual que la parda agitación de las olas, hechizada y bemolada por la luz de la luna.  Pero en un momento dado, sin poder distinguir claramente un contorno, ni dar un nombre a lo que le agradaba, seducido de golpe, quiso coger una frase o armonía – no sabía exactamente lo que era- que al pasar le ensanchó el alma, lo mismo que algunos perfumes de rosa que rondan por la húmeda atmósfera de la noche tienen la virtud de dilatarnos la nariz. Quizá por no saber música le fue posible sentir una impresión tan confusa, una impresión de esas que acaso son las únicas puramente musicales, concentradas, absolutamente originales e irreductibles a otro orden cualquiera de impresiones. […] Pero las notas se desvanecen antes de que las sensaciones estén lo bastante formadas en nuestra alma para librarnos de que nos sumerjan las nuevas sensaciones que ya están provocando las notas siguientes o simultáneas. 




Marcel Proust, En busca del tiempo perdido: Por el camino de Swann

I can't wait to hear you... Scream

Dear lover give me one last painful kiss

Wet sand on a foggy beach, the sky is grey. You would call it a perfect day. And naturally I'd have to agree, if you were here with me

I've never seen scars like yours

Fireflies at our lips

I still miss your eyes your smile and all of your tattoos...